jueves, 5 de marzo de 2009

Fenómenos paranormales (I)


En el mundo en que vivimos, la vida nos tiene preparada cosas inexplicables. Hay sucesos que pueden mostrarnos la cruda realidad que nos rodea. La gente puede creer en los sucesos paranormales o no, pero todos nos hemos planteado alguna vez esta pregunta: ¿Qué hay después de la muerte?

Hay casos en que los espíritus nos quieren expresar algo, y nosotros, en cambio, intentamos de cualquier manera comunicarnos con ellos. Muchos de estos sucesos son fruto de nuestra mente, y esa es la razón por la que buscamos respuesta a nuestras dudas.

En este blog mencionamos tres sucesos extraordinarios, e invitamos a nuestros lectores a participar de manera activa. Si tenéis algún suceso o experiencia extraña y queréis contárnosla, estaremos a vuestra disposición. Solo tienen que enviarla a elespejomaldito@gmail.com.

Sucesos:

“Aquel año era la primera vez que visitaba el Reino Unido. Me hospedaba en casa de una pareja de ancianos que vivían en Hastings. He de decir que aquella familia no me pareció en absoluto extraña en un principio, pero el lugar donde vivían era algo tétrico, pues estaba a las afueras del pueblo, colindando con el cementerio municipal. Más tarde supe que allí tenían una afición sorprendente a los fenómenos paranormales, especialmente a los fantasmas.

Un día, mientras comíamos, la mujer me confesó que creía en la existencia de los fantasmas. Las cenizas de sus familiares estaban por toda la casa, e incluso un perro que había fallecido recientemente estaba enterrado en el jardín. Cuando pasaba por las traseras de la casa y alzaba la vista para ver, tras los cristales, la urna azulada que contenía las cenizas de su padre, me entraba un escalofrío. Y no digamos al jardín, donde nunca me aventuré a entrar.

Otro día me comentó que, si se dejaba abierta la puerta de la sala de billar, donde estaban las cenizas de su padre, el espíritu de éste salía y tiraba al suelo un retrato de él mismo, de joven, con atuendo militar. Desde aquel día jamás me paré a mirar el cuadro cuando estaba sola, porque soy bastante miedosa y pasaba mucho tiempo en aquella casa sin la presencia del matrimonio.

Un día que estaba sola en mi habitación, comencé a escuchar un ruido bastante extraño: alguien o algo estaba arañando la pared. Era un ruido sordo y apenas perceptible, pero todo estaba en un silencio tan espantoso que no pude evitar escucharlo. En aquel momento todas las historias que me había contado aquella mujer me sobrevolaron en la cabeza. Lo único que pude hacer fue decir: ¡Para! Al instante, los arañazos cesaron.

No volvió a ocurrir nada extraño en la casa, pero estuve todo el mes y medio siguiente durmiendo con la luz abierta y con esa especie de sensación, quizá sugestionada por el miedo, de que no estaba en absoluto sola.”

R.R. (Badajoz)


“Era un verano muy caluroso, estamos todos los amigos reunidos en el parque de mi pueblo. Un compañero nos comentó que había probado hacer la guija. Yo al menos nunca la había utilizado porque le tenía respeto, pero me dijeron que podía comunicarme con mi padre fallecido.

Eran las doce de la madrugada cuando empezamos a jugar a la guija; estábamos todos muy nerviosos cuando, de repente, el vaso empezó a moverse sin parar. Nos quedamos muy asustados.

El parque está todo lleno de pinos, y solo en tres de ellos, de un tronco se forman dos pinos. Nosotros estábamos al lado de uno de estos árboles. De manera sorprendente empezó a salir humo del medio de esos pinos, y surgió la cara de una cabra: nos quedamos atónitos al presenciar aquello, no lo podíamos creer. Empezamos a correr para nuestras casas y durante días no nos dirigimos la palabra.

No sé si por casualidad o no, pero la gente que estaba al lado de uno de los tres pinos que he mencionado, pudo apreciar lo que nosotros vimos.

Desde entonces nunca más utilizare la guija, porque pasamos mucho miedo, y si ya le tenía respeto ahora mismo le tengo mucho más.”

J.R.A (Lleida)


“Era por la mañana. Francisco había salido a hacer unos recados y se encontraba caminando por la calle cuando escuchó el sonido de su teléfono móvil. Era mayor, así que no se molestó en mirar quién llamaba y directamente descolgó. Reconoció rápidamente la voz, pero le extrañó que esta persona lo estuviera llamando, así que para confirmarlo preguntó de quién se trataba. Soy Felipe, fue la contestación. Tal como sospechaba Francisco. Después de aquello, Felipe le preguntó si por algún casual él le había llamado. Francisco se lo negó y se despidieron. Lo extraño del asunto es que Felipe había muerto hacía ya un tiempo. Extrañado por lo sucedido, Francisco fue a casa y contó lo sucedido a su familia. Cuando su nieto comprobó el registro de llamadas no fue capaz de encontrar la de Felipe. ¿Cómo era aquello posible? Tras unos días, apareció en casa de Francisco un papel sobre la mesa de su habitación que llevaba escrito un nombre y un número de teléfono, el nombre y el número correspondían a Felipe y la letra no pertenecía a ninguno de los miembros de la familia y nadie recordaba haber escrito la nota. Esta vez Francisco no se atrevió a llamar... ¿Qué significaba esta llamada de Felipe? ¿Necesitaría algo? Siempre nos quedará la duda…….”


J.J.M.V (Murcia)

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